jueves, 17 de diciembre de 2009

Capitulo 4. El alma por fin encontrada.

Esa noche Adrian no pudo dormir, sentía la atenta mirada de Angela observarlo dormir. Ella no podía dormir, a pesar de que se empeñaba en conseguirlo. Adrian sabía o creía saber el porque de su insomnio permanente, Angela estaba muerta, era una especia de ángel o de espíritu fantasmal, al no tener vida, obviamente no podía dormir. A pesar de conocer la causa de su incapcidad para dormir, había sido incapaz de contárselo a Angela. Ella era una chica de aspecto fuerte, pero muy frágil en el fondo, Adrian no sabía como iba ella a reaccionar a esa noticia y prefería ocultárselo.
Angela tampoco comía, nunca tenía apetito. Estaba siempre en el cuarto de Adrian sentada en el alfeizar de la ventana. Al parecer nadie, excepto Adrian la podía ver. A veces entraba su madre (las pocas veces que estaba en casa) y le preguntaba a su hijo que hacía hablando solo. Esas situaciones solían ser muy frustrantes para él, Angela le parecía tan real, podía tocarla y sentir su fina piel de porcelana, podía sentir el tacto de seda de su delicado pelo y su olor... ese olor que le embelesaba.
Adrian era un adolescente con las hormonas totalmente revolucionadas, como era normal, Angela le atraía muchísimo, sentía hacia ella una conexión tan especial. pero Adrian sabía que ella no era real, que era un fantasma, un alma perdida sin dueño. Aunque en el fondo, no podía evitar contemplarla como una simple chica con problemas que necesita una persona en la que confiar.

Esa noche, Angela le pidió un favor a Adrian.
-Adrian...-le dijo timidamente- escuchame, ¿tu... podrías... dejarme dormir esta noche, contigo?
-¿Conmigo? Pero Angela, ya lo hemos intentado, no hay manera de que te duermas
-Pero no hemos intentado esto -dijo ellla ilusionada, tenía como un brillo en los ojos que los hacía ver mas bonitos de lo que ya eran- Hecho de menos dormir, soñar... ¿Sabes que solía soñar antes de todo esto? Soñaba con que podía volar, y volaba a las estrellas, eran todas tan brillantes y la Luna era tan preciosa, tan blanca... - el brillo de los ojos de Angela se convirtió en una triste lágrima que recorría con lentitud sus mejillas- ahora puedo volar, y volar hasta las estrellas, pero, ¿sabes que? Las estrellas no son tan brillantes como yo pensaba, solo son trozos de luz ajenos a las ilusiones que provocan, la Luna nos es tan hermosa como siempre la soñé. Mis sueños se han ido a la mierda, todo lo que pensaba, todo lo que deseaba, ahora lo tengo y lo odio, lo odio demasiado. Me niego a pensar que nunca volveré a soñar ¿sabes por qué? porque decirte a ti mismo nunca en algo, es romper tus propios sueños, y yo no voy a consentir eso. Nunca voy a perder la esperanza.
Adrian la abrazó y le secó las lágrimas que recorrían su cara. Entonces le susurró a Angela- Esta bien, puedes dormir conmigo, no voy a ser yo el que te rompa sus sueños- y la besó en la frente.

A la hora de acostarse, Angela replegó las alas para poder entrar bien en la cama. La cama de Adrian era pequeña y estaban los dos muy juntos. La casa estaba totalmente en silencio.
- Gracias...-susurró Angela-  gracias por todo, por estar aquí conmigo, gracias por hacerme sonreír, gracias por darme tu cariño. A veces pienso que solo soy un alma sin dueño en busca de calor humano.
- Angela... no tienes que darme las gracias, soy yo quien debe de agradecerte a ti todo lo que has hecho por mi. No sé como lo has hecho, pero tras tu llegada he conseguido mandar a Laura a paseo, no permitir que juegue más conmigo. Has conseguido hacerme feliz.

En ese momento, ambos sintieron un ardiente deseo de besarse. pero, menuda locura era esa, ella no era humana, quizás lo había sido, pero ya no, pertenecían a mundos distintos.
Pero, como siempre, el ser humano, y el que lo fue en su momento, desobedecen a la lógica para juntarse cada vez más.
Un beso, un beso ardiente y necesitado. un error, un error demasiado imperdonable como para ser llevado a cabo.
-Creo que por fin he encontrado mi alma perdida, estaba a tu lado, todo este tiempo lo ha estado.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Capitulo 3. Los recuerdos del alma perdida

Tras un largo rato, Adrian al fin, se atrevió a preguntarle a aquel ser alado - ¿Qué haces aquí? -. Observo como ella se quedaba pensativa sin saber demasiado bien que decir, al cabo de unos minutos respondió - No lo sé... realmente no sé nada. Supongo que tu tendrás muchas preguntas, pero te puedo asegurar que yo tengo más.- Adrian quedó impresionado por su voz, era tan dulce, como una melodía tocada por angeles, unas palabras, cada una de ellas tocada con la mas divina de las arpas.
- Cuéntame lo que sepas y yo te contare lo que yo sepa - sugirió Adrian.
- Esta bien... pero, para contarte lo que se, debo empezar desde el principio de todo.
Me llamo Angela, o al menos, así me llamaba antes de morir. Nací el 23 de febrero de 1994. Mis notas siempre fueron buenas, en ese sentido nunca tuve problemas, no solía estudiar mucho, pero hacía lo suficiente como para aprobar con buenas notas. La gente de mi clase me veían como un bicho raro y siempre se metieron conmigo, siempre pasé bastante de ellos. Llegados los 14 años, ya estaba un poco harta del asunto, así que intente que mis padres me cambiaran de colegio, lo cual no dio resultado. Decidí aguantar sus burlas y buscarme otros amigos. No tardé en encontrar a gente nueva. Al fin tenia un grupo de gente que me quería y me respetaba. Claramente, no tarde en enamorarme perdidamente de uno de mis mejores amigos. Tras pasarme meses sin decirle nada, a una amiga mía se le escapó delante suya y ahí se podría decir que comenzó todo. Empezamos a salir, al mes y medio, él me dejó porque al parecer las cosas no funcionaban, yo estaba brutalmente mal y las burlas de mis compañeros de clase empezaron a afectarme más de lo normal, mis notas comenzaron a bajar, no me apetecía estudiar, me alejaba cada vez mas de mi grupo de amigos y me aislaba en mi misma. Una tarde, harta del comportamiento del mundo conmigo decidí suicidarme pegándome un tiro en el corazón.
Tras eso, desperté así y luego me desvanecí para volver a aparecer aquí. Ahora mismo no sé realmente quien o que soy, solo sé que el dolor aún no se ha ido del todo.
- ¿Te suicidaste? - preguntó Adrian asombrado. Había que admitir que Adrian era un chico muy depresivo, que nunca tenía ganas de nada, que las cosas siempre le iban mal, pero por muy mal que le fueran las cosas nunca había pensado en esa terrible idea. La historia que Angela le acababa de contar le había impresionado muchísimo, como pasó de ser una perfecta estudiante a, por causa de sus problemas sociales, llegar a desear la muerte de esa manera. 
- Si, lo hice. Ahora te toca a ti contar tu historia, ¿no? - Dijo Angela llena de curiosidad por la vida de ese chaval que parecía observar cada detalle de la vida, que pensaba las cosas mil veces antes de hacerlas.
- Me llamo Adrian - Comenzó - Nací el 27 de Noviembre de 1994, desde pequeño siempre he sacado malas notas, mis padres me arruinaron la vida a los 7 años cuando se decidieron divorciar, de paso, también jodieron a mi hermano. Él se fue con mi padre y yo me quedé aquí con mi madre. En el colegio siempre he tenido mi pequeño grupito de amigos, así que de amigos siempre he ido bien. Mi madre es una pasota que solo se preocupa de su estúpido trabajo, me he criado con niñeras hasta que hace un par de años mi madre confió en mi y me dejo responsable de mi mismo mientras ella no estuviera. Llevo, mas o menos 3 años enamorado de mi mejor amiga, Laura, hemos estado saliendo tres veces, pero al final siempre lo hemos acabado dejando, actualmente, ella esta harta de mi, de mis gilipolleces, de mis celos... Nunca conseguiré entenderla, luego bien que me abraza cuando esta depre porque su novio "Don Perfecto" le ha hecho otra de esas putadas que yo sería incapaz de hacerle...
En fin, esa es mi vida, cuidar de mi mismo, pensar en Laura, escuchar música y dibujar.


Esa era la vida de Adrian, y esos eran los recuerdos del alma perdida de Angela. 
Se quedaron en silencio, sin saber que decirse el uno al otro. 
Por un momento Angela tuvo la sensación de que su vida acababa de empezar. Aunque aún quedaban muchas preguntas sin respuesta.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Capitulo 2. Nacimiento de una rosa negra.

Angela contemplaba su cuerpo, desde la distancia y empezó a llorar. En ese momento, comenzó a preguntarse porque estaba allí, observando su crimen.


Estaba sentada en el bordillo de la ventana, velando su cuerpo, esperando a que sus padres llegaran a casa y se dieran cuenta del brutal suicidio, pero no, no llegaban.
Horas después había tenido tiempo de estudiar cada detalle de su aspecto.
Al principio pensó que era un fantasma- 12 años de catolicismo obligado y 3 de ateísmo para que al fin y al cabo, después de la muerte, haya algo, hay que joderse-. Pero, no parecía ser uno de esos fantasmas de las películas, no era transparente e iba vestida de negro, no con una capa blanca, también tenía algo muy poco característico de los fantasmas, alas, unas grandes alas negras salían de su espalda y le permitían volar, aunque en ese momento no le apetecía alejarse de su cuerpo sin vida.


Todo pasó muy rápido, sus padres llegaron, vino la ambulancia, todos lloraban, el teléfono no paraba de sonar y la policía analizaba su cuarto. Nadie parecía verla y si lo hacían, la ignoraban muy bien.
Hubo un momento, en el que Angela empezó a desvanecerse, su piel, cada vez se volvía más translucida. En ese momento tuvo miedo, miedo de no saber que es lo que le esperaba... por primera vez desde hacía mucho tiempo, había creído que algo mas allá de la ciencia y de lo conocido podía existir, algo divino.
Angela casi no podía verse a si misma- ¿Me moriré?- pensó- ¿Cómo voy a morir? ¡Ya estoy muerta!

(...)


Adrian estaba tumbado en la cama, con la música a todo volumen y mirando al techo. Estaba harto de todo lo que le pasaba, nunca tenía suerte ¿lo ultimo? con Laura, ella estaba harta de él y él solo quería estar a su lado. Entonces un destello apareció en la ventana, un destello de luces. Adrian se cubrió la cara con el brazo, temeroso de lo que le podía pasar. Poco a poco una forma femenina fue apareciendo sentada en el alfeizar de la ventana. 
Parecía una chica de su edad, unos 15, quizás 16 años. Un rostro fino y delicado, muy pálido, unas mejillas sonrosadas y unos labios color cereza. Su pelo era simplemente precioso, un castaño muy oscuro con mechas color caoba, muy lacio, brillante y se podía oler un aroma indigno de las más bellas rosas. Sus ojos, oscuros y pequeños, tenían un brillo especial, algo que hacía humano a aquel ser alado. Las alas eran increíbles, grandes y negras. Llevaba al cuello una gargantilla con una rosa negra y un cordel con un pequeño cascabel. Su vestido era impresionante, era negro y tenía partes de una tela muy fina y translucida, como la seda o el tul, el vestido terminaba con un pequeño vuelo, los lazos y las partes de telas ligeras parecían moverse con cada suspiro de viento.
Adrian se fijó de nuevo en sus ojos, mas que en sus ojos, en su mirada. Tenía la mirada triste, estaba perdida, desorientada, movía tímidamente la cabeza haciendo sonar su pequeño cascabel. Era como un ángel, ahí sentada en el alfeizar de la ventana, una visión de sueño.


Había muchas preguntas sin responder, pero le daba miedo decirle algo, a pesar de la delicadeza y la fragilidad que parecía tener, se la veía fuerte, Adrian pensó que en cualquier momento le podría arrancar la cabeza.


Pasaron un rato mirándose el uno al otro, observándose lentamente.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Capitulo 1. El final de la rosa.

Todo comenzó aquella fría noche.
Todo comenzó con un final.

Angela estaba en su habitación, la pistola apuntaba directamente a su corazón, su respiración estaba entrecortada y su alma sobrecogida por la evidente muerte a la que se enfrentaba.
Apretó el gatillo, la bala atravesó su corazón, destrozando cada fibra que en él había y acabando para siempre con su frágil y delicada vida.
La habitación, testigo del crimen. quedo impregnada del dolor de aquella terrible escena. En el suelo yacía Angela, inmóvil, muerta, una imagen aterradora escapada de una pesadilla. Sobre su cama había un papel manchado con tres salpicaduras de sangre, en el papel estaba escrito:
Te Quiero...
En la pared encontrábamos lo poco que había quedado del lastimado corazón de Angela, y en el suelo, bajo su inmóvil cuerpo, nacía un pequeño charco de sangre, cada vez menos pequeño.
Los peluches de la habitación, marcados para siempre con la visión del terrible suicidio, impregnados de la sangre derramada por causa del dolor que abordaba su alma.


Minutos más tarde, Angela abrió los ojos, observando el macabro crimen que había cometido contra su corazón. Inmóvil elevada en el viento, se le heló la sangre, o quizás ya era demasiado tarde para tener sangre.