Esa noche Adrian no pudo dormir, sentía la atenta mirada de Angela observarlo dormir. Ella no podía dormir, a pesar de que se empeñaba en conseguirlo. Adrian sabía o creía saber el porque de su insomnio permanente, Angela estaba muerta, era una especia de ángel o de espíritu fantasmal, al no tener vida, obviamente no podía dormir. A pesar de conocer la causa de su incapcidad para dormir, había sido incapaz de contárselo a Angela. Ella era una chica de aspecto fuerte, pero muy frágil en el fondo, Adrian no sabía como iba ella a reaccionar a esa noticia y prefería ocultárselo.
Angela tampoco comía, nunca tenía apetito. Estaba siempre en el cuarto de Adrian sentada en el alfeizar de la ventana. Al parecer nadie, excepto Adrian la podía ver. A veces entraba su madre (las pocas veces que estaba en casa) y le preguntaba a su hijo que hacía hablando solo. Esas situaciones solían ser muy frustrantes para él, Angela le parecía tan real, podía tocarla y sentir su fina piel de porcelana, podía sentir el tacto de seda de su delicado pelo y su olor... ese olor que le embelesaba.
Adrian era un adolescente con las hormonas totalmente revolucionadas, como era normal, Angela le atraía muchísimo, sentía hacia ella una conexión tan especial. pero Adrian sabía que ella no era real, que era un fantasma, un alma perdida sin dueño. Aunque en el fondo, no podía evitar contemplarla como una simple chica con problemas que necesita una persona en la que confiar.
Esa noche, Angela le pidió un favor a Adrian.
-Adrian...-le dijo timidamente- escuchame, ¿tu... podrías... dejarme dormir esta noche, contigo?
-¿Conmigo? Pero Angela, ya lo hemos intentado, no hay manera de que te duermas
-Pero no hemos intentado esto -dijo ellla ilusionada, tenía como un brillo en los ojos que los hacía ver mas bonitos de lo que ya eran- Hecho de menos dormir, soñar... ¿Sabes que solía soñar antes de todo esto? Soñaba con que podía volar, y volaba a las estrellas, eran todas tan brillantes y la Luna era tan preciosa, tan blanca... - el brillo de los ojos de Angela se convirtió en una triste lágrima que recorría con lentitud sus mejillas- ahora puedo volar, y volar hasta las estrellas, pero, ¿sabes que? Las estrellas no son tan brillantes como yo pensaba, solo son trozos de luz ajenos a las ilusiones que provocan, la Luna nos es tan hermosa como siempre la soñé. Mis sueños se han ido a la mierda, todo lo que pensaba, todo lo que deseaba, ahora lo tengo y lo odio, lo odio demasiado. Me niego a pensar que nunca volveré a soñar ¿sabes por qué? porque decirte a ti mismo nunca en algo, es romper tus propios sueños, y yo no voy a consentir eso. Nunca voy a perder la esperanza.
Adrian la abrazó y le secó las lágrimas que recorrían su cara. Entonces le susurró a Angela- Esta bien, puedes dormir conmigo, no voy a ser yo el que te rompa sus sueños- y la besó en la frente.
A la hora de acostarse, Angela replegó las alas para poder entrar bien en la cama. La cama de Adrian era pequeña y estaban los dos muy juntos. La casa estaba totalmente en silencio.
- Gracias...-susurró Angela- gracias por todo, por estar aquí conmigo, gracias por hacerme sonreír, gracias por darme tu cariño. A veces pienso que solo soy un alma sin dueño en busca de calor humano.
- Angela... no tienes que darme las gracias, soy yo quien debe de agradecerte a ti todo lo que has hecho por mi. No sé como lo has hecho, pero tras tu llegada he conseguido mandar a Laura a paseo, no permitir que juegue más conmigo. Has conseguido hacerme feliz.
En ese momento, ambos sintieron un ardiente deseo de besarse. pero, menuda locura era esa, ella no era humana, quizás lo había sido, pero ya no, pertenecían a mundos distintos.
Pero, como siempre, el ser humano, y el que lo fue en su momento, desobedecen a la lógica para juntarse cada vez más.
Un beso, un beso ardiente y necesitado. un error, un error demasiado imperdonable como para ser llevado a cabo.
-Creo que por fin he encontrado mi alma perdida, estaba a tu lado, todo este tiempo lo ha estado.
jueves, 17 de diciembre de 2009
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